domingo, 15 de diciembre de 2013

El Vizcayo, Gazpachos Manchegos y espectáculos erótico-festivos.

Part. Bola, S/N
Castalla - Alicante
Precio del Menú: 22 euros.

Estábamos en Alicante y un amigo me comentó que íbamos a ir a un restaurante especial, algo bastante original, y la verdad es que no sabía que esperarme. Emprendimos el viaje, y llegamos a un pueblo llamado Castalla, coronado este por un señorial castillo desde donde se divisaba el pueblo y los montes que lo rodean.


El mesón el Vizcayo no está ubicado en el centro del pueblo sino que está a las afueras. Desde el exterior aparenta ser una típica venta de carretera, y así es, aunque con sus peculiaridades. Nosotros fuimos con el menú cerrado, según me dijeron 22 euros sin límite de comida ni bebida, y eso me creó aún más dudas sobre sitio.

Cuando llegué allí me sorprendí bastante, el salón principal tiene colgando todo tipo de embutidos, secos y frescos, en eso consistía el digamos "primer plato" los comensales reciben un guante y un cuchillo, y puede cortarse tantas tripas como quieran. Para hacer más contundentes si caben los aperitivos se toman con pan tostado con aceite y ali oli.

Al poco de estar deleitándonos con  tan ligeros manjares no trajeron una gran torta de pan y pregunte: ¿Y esto? ¿Para empujar? Pues no, tras abrir el apetito con los embutidos nos esperaban unos GAZPACHOS MANCHEGOS  ad libutum.

El camarero nos abrió la torta, y al tiempo nos trajo una muestra de los gazpachos para ver si estaban en su punto, y de ahí en adelante fue un no parar de comer. Primero pusieron sobre la torta la carne, en este caso pollo y conejo, y después los gazpachos. Los Gazpachos manchegos eran para mi unos grandes desconocidos, de hecho los probé con cierto recelo al principio, pero el Vizcayo no defraudó, estaban deliciosos. Tenía muchos sabor a carne, pero también a monte, mucho romero y quizás algo de tomillo, la verdad es que me encantó el plato. Todo esto regado con un par de botellas de vino de la tierra, que al igual que las cervezas que tomamos al inicio de este banquete estaban incluidas en el menú. 

Parece que la cosa termina aquí, pero todavía no hemos pasado el ecuador de este atracón de comida que el Vizcayo propone. Y lo mejor es que este no solo despacha comida, sino también diversión. El dueño del restaurante es una persona ya mayor, de esas que si conocieron la vergüenza de jóvenes ya la dejaron atrás. Al vernos este un grupo de gente joven no le falto tiempo para hacernos pasar un buen rato. Todo comenzó con unos trucos de magia. Adivinando la carta que nosotros cogíamos, hasta llegar al punto de que le preguntaba a cualquiera de los camareros la carta que había cogido y estos se la decían. Toda una performance en la que se iban notando unas ciertas connotaciones verdes.  Entre truco y truco, llegaban mas y mas cazuelas de gazpachos, el camarero nos rellenaba la torta sin cesar hasta que llegó a un punto en el que tuvimos que rogarle que parase.

Como comenté la cosa no termina aquí. Cuando dijimos al camarero que por favor no trajese más gazpachos preguntó ¿Os limpio la torta? Yo no entendía nada... De repente comenzó a retirar todas las sobras de la torta y cuando concluyó trajo 2 tarros de miel. Y al igual que yo pensé entonces, diréis ahora vosotros ¿Todo esto para qué? ¿Qué para qué? ¡Para tomarnos la torta con miel! ¿Sorprendente no? Yo la verdad es que tenía muchísima curiosidad y no dude en probarla, y ciertamente estaba deliciosa. La mezcla de los gazpachos con la miel resulta curiosamente buena. Entre bocado y bocado apareció allí de nuevo el señor Vizcayo, filosofando acerca de la juventud, la turgencia de la mujeres jóvenes, lo que le subía y ya no le sube etc, etc. Aquello ya pasó de castaño a oscuro. Y hablando de castañas nos preguntó si sabíamos cual era el mejor método anticonceptivo, a lo que dijimos:
- !Sorpréndanos¡

Y así hizo.

-¡Una Castaña! Dijo nuestro ya amigo el Vizcayo.

-¿Como que una castaña Vizcayo?

Y reproduzco la conversación:

-¿Quien es el más caliente de la mesa?

( Se hace el silencio) 

- Tú, tú tienes cara de ser el más caliente de todos. Toma la castaña y coge un botella.

-¿Una botella Vizcayo? Dijo mi amigo

-Si, y revienta con todas tus fuerzas la castaña, que ya te digo yo que es mejor método anticonceptivo que existe.

Mi compañero, con mucha decisión agarra la botella por el cuello y revienta la castaña. De repente una de las cosas más surrealistas que he visto sucedió. Un preservativo salió disparado de la castaña. Y entre nuestro mar de risas y el de las mesas de alrededor el Vizcayo se marchó diciendo:

- Ahí fuera tengo el árbol, !Cuando queráis castañas ya sabéis!

Aquello fue memorable. Tras este fue rotando por las mesas haciendo otros numeritos,  entre ellos el de un pene de plástico que según él, se ponía mas o menos erecto en la mano de la mujer según lo caliente que esta estuviera. Tras este breve inciso volvemos al menú.

Una vez nos comimos la torta  con miel nos trajeron una enorme bandeja de frutas. Yo me planteaba ¿De verdad piensan que me queda hueco en el estómago? Y para concluir, y aligerar un poco la pesada digestión nos dieron una infusión ligeramente aliñada con algunos licores.

La verdad es que el sitio merece la pena, el precio no es para nada excesivo, y eso que yo no tengo especial preferencia por los embutidos. Concluyo que ir al Vizcayo no es ir solo a comer, sino que es toda una experiencia para  el paladar y para tu sentido del humor. Animo a todo el mundo a que se pase por allí y disfrute de unos buenos gazpachos manchegos.

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